Ivo Díaz, una importante figura y una voz hoy día emblemática para el vallenato, recuerda su infancia y adolescencia rodeado de fundamentales representantes del folclor que transitaban por su hogar debido a la amistad que mantenían con su padre, el juglar Leandro Díaz.
Un día normal en su casa era un día de parranda. Artistas como Rafael Escalona, Emiliano Zuleta, Lorenzo Morales, Poncho Cotes, Colacho Mendoza, Calixto Ochoa y Abel Antonio Villa, entre muchos otros, era común encontrarlos emparrandados en el patio de su casa.
Ivo Díaz sospecha que, probablemente, estas reuniones sucedían constantemente en su casa por la condición de su padre que era ciego. “Iban a visitarlo no solamente para escuchar sus canciones, sino para confirmar la sabiduría de sus palabras. Mi padre era un hombre que cuando conversaba tenía una gran capacidad de producir pensamientos y motivar reflexiones”.
Ese constante discurrir rodeado de música fue clave para que Ivo Díaz descubriera que era eso a lo que quería dedicar su vida. Entre risas, afirma que por esto él tenía que ser cantante, compositor o intérprete de algún instrumento, pero escarparse de la música no era una opción. “Dios me eligió y la música me cautivó”, asegura el artista.
Mantuvo relación con uno de los compositores más grandes de la música vallenata, el maestro Rafael Escalona. Asegura que este juglar significó, significa y seguirá significando el folclor en sí. La razón de su razonamiento radica en que Escalona le regaló a Colombia todas sus historias, sus crónicas y el talento a través de sus composiciones, con las que logró dar a conocer al Cesar y evidenció el rol creativo de los autores de la región.
El maestro Escalona, quien además fue el creador del Festival de la Leyenda Vallenata junto a Consuelo Araújo Noguera y el expresidente Alfonso López, fue un hombre que le dio estatus a la música vallenata y que, junto con otros personajes muy importantes del género como Leandro Díaz, Lorenzo Morales y El Viejo Emiliano, fue trascendental en la delimitación de la ruta para que la música vallenata alcanzara otras dimensiones y lograra llegar hoy a ser un folclor reconocido en el mundo.
La primera canción de Ivo Díaz nació a los 12 años en una de esas especiales reuniones que sucedían en su casa. “No hallaba cómo entrar a la parranda, porque estaban los mayores y mi papá nos enseñó que cuando los mayores hablaban los niños no podían interrumpir. Me puse a cantar muy cerca de ellos un verso y alguien me miró y avisó lo que estaba haciendo”.
El verso fue el siguiente: Ay mi nombre es Ivo Luis / mi apellido Díaz Ramos. / Este merengue al cantarlo / es la alegría para mí /al cantar nos alegramos. / Solo tengo 12 años y compuse esta canción / inspirada con amor. / Dedicada para Leandro / Ese es mi padre adorado / por eso canto en su honor.
Ivo Díaz recuerda que cuando lo cantó la gente prestó atención y lo metieron a la parranda. Su padre se emocionó. Sin embargo, Leandro Díaz en el fondo no estaba contento de que su hijo se dedicara a la música.
Para el maestro ya consolidado y con varias historias encima, ser músico en ese tiempo era sinónimo de ser borracho, irreparable… un sinvergüenza en pocas palabras. No obstante, para Ivo Díaz la música fue más fuerte que el deseo de su padre.
Para él, el canto siempre ha sido su vida y es el gran motor de su pasión. Aprendió, estando al lado de su padre, a realizar una radiografía de la región y a expresar sentimientos a través de su garganta. Comenta que Leandro Díaz lo ponía a hacer segundas voces, terceras voces, octavas y le enseñaba las notas. “Mis primeros cantos fueron acompañados con las tres guitarras de mi papá. Además, yo lo llevaba a las parrandas y ahí aprovechaba para escuchar y seguir aprendiendo de la mano de los mejores del folclor”.
Asemeja su voz al canto de los pájaros, al canto del turpial, del canario y el sinsonte, una de las voces que sobresalen en la Sierra, en la selva. Una voz brillante, melódica y con muchos matices, pero, sobre todo, intérprete de la música tradicional y auténtica.
Su primera publicación discográfica fue Mil caricias, realizada junto al fallecido rey vallenato Rafael Salas. Ivo Díaz cuenta que Toño Salas, el padre de su compañero en esta producción, era parte del equipo que ayudaba al juglar en su labor artística.
En esa producción grabaron canciones de maestros como José Hernández Maestre, Máximo Móvil, Gilberto Daza y, por supuesto, de Leandro Díaz. Con esta grabación recibió muchos elogios y también los consejos de intérpretes amigos y conocidos de la época.
Dentro de este grupo de consejeros estuvieron Poncho Zuleta, hijo del gran amigo de su padre, El Viejo Mile; Jorge Oñate, el padre de Ponchito Cotes Júnior, Poncho Cotes.
De Poncho Cotes, precisamente, fue uno de quienes más recibió consejos. Recuerda que también fue quien hizo que su padre lo escuchara cantar por primera vez. “Cantaba escondido. Un día en una parranda en mi casa me sorprendió cantando y le contó a mi padre. Me hizo cantar delante de la gente. Con susto y mucho temor canté La historia de un niño. Cuando lo hice estallaron los amigos de mi papá en un aplauso y yo tenía un susto que no podía controlar”.
Además, Ivo Díaz asegura que fue Poncho Cotes quien le recomendó seguir los pasos de su padre y los músicos cercanos. Este consejo lo motivó, hasta el día de hoy, a seguir cantando vallenato tradicional.
Trabaja para seguir la historia y el legado de su padre y también el de muchos juglares. Y está convencido de que su gran compromiso es “dejar una huella pintada en la arena, como decía el maestro Escalona”.
Díaz respeta las dinámicas de la música actual y por eso asegura que le gustaría que los compositores de hoy se fijaran mucho más en las letras de antes en las que se le cantaba a la tradición, a la vivencia, a la cotidianidad. Letras inspiradas mirando la Luna o cantándole a la naturaleza.
Recuerda que a su padre le gustaba que le leyeran en voz alta. “De ahí entendí por qué él y muchos otros cantantes de la época tenían un lenguaje fino. Escucharles un símil, una metáfora o cualquier figura literaria era fácil. Es importante que nuestros compositores retomen ese camino de contenidos poéticos”.
Para él esa es una intención que no debe perderse de vista, pues fueron los mensajes de estas composiciones los que hicieron que muchas personas se fueran detrás de sus historias. “Por eso hoy nos conocen en el planeta, por nuestra historia. La gente del interior del país venía hacia la sabana y el Caribe a conocerla y contársela al mundo. Por eso conocen a Juana Arias, a Matilde Lina, a la Diosa Coronada, a la Vieja Sara”.
* De la Fundación Color de Colombia elespectador.com