Escrito por Salin Antonio Badran Troncoso
Esa madrugada triste que siempre recordaré por lo que te voy a contar. Era la primera vez que tenía que alejarme por mucho tiempo de mi madre, de mi familia, de mi pueblo. En mi memoria. Queda ese frío cortante llevando las cajas de ropa al transporte. La despedida de mis mascotas, Cochi con cara de nostalgia y la cola caída al verme, al salir por la puerta con mi madre y Cuatrocientos, mi otro perro, que mostraba una melancolía al saltar para despedirse, que casi cae de hocico por no mantenerse en el aire, acto que hacía muy de seguido, me destrozo el corazón, por la falta que me iban a hacer, ya que eran las que me escuchaban en mis tiempos difíciles y no podían decirle a nadie, las barbaridades que se me ocurrían cuando estaba pensando en cómo cumplir mis objetivos para darle todo lo que le prometí a mi madre. Cuando íbamos en camino iba tarareando el Testamento, de Rafael Escalona, porque era como me sentía en esos momentos al dejar un amor de aquellos, y a lo lejos, pude ver una neblina gris, pero lo más extraño era que se movía como si estuviera viva, llegando al centro de ella, pude ver un señor de edad, era mi tío A, que se encontraba en medio de esa neblina. Caminando de lo más tranquilo, ¿raro a esa hora?, ¡con la inseguridad que hay! Frené a unos metros delante de él y, este acelera el paso. Claro, nos teníamos que despedir le dije: “Tío” Y en realidad empezó a hablar con mi madre, pero con solo la mirada me dio tantos consejos tan buenos que tú no comprenderías, porque fue tan espiritual. Que no lo puedo materializar en palabras o letras, ya que sería para mí y para el alma una falta de respeto que no puedo cometer. En otro escrito les hablaré de cada uno de los consejos, explicándoselos con ejemplos de mi vida o de la imaginación, Luego se fue andando, pero pasó algo un tanto particular. La bruma se fue tras él, cubriéndolo de nuevo, como si lo protegiera, y estoy completamente seguro que era así. Se alejó solo unos metros. Y desapareció en medio de esa nube que descendió para acompañarlo a caminar. Es la clase de hombre que debemos ser todos. Tener todos esos valores, principios y sobre todo esa integridad para que podamos bajar una nube que sola anda sin rumbo fijo, cuál ave sin ceiba , y te pueda prestar , atención debes tener una fuerza de voluntad que solo tienen los guerreros del Valhala, un espíritu más fuerte que el mismo viento para bajarla y ponerle el peso de la experiencia para dejarla a tu mismo nivel y atarla con todos esos valores que si los digo tendré que comprar otro cuaderno y otro lápiz porque no terminaría en unas cuantas hojas ni en una noche.
Tío A.
Felicidades Salín. Interesante lectura.