Ese señor de mediana estatura, tez morena, contextura liviana y cabello negro, crespo y ondulado. Ese hombre que se preocupó extremadamente por el cuidado de sus hijos, cual águila real que vuela lejos y alto desafiando el peligro para el sustento de sus polluelos. Ese mismo señor que contaba sus odiseas de los tiempos juveniles alrededor de una buena taza de café y con el calor de la fogata; esas historias que nos hacían sumergir por aquellos pueblos y laderas ribereñas, por aquellas mansas y al mismo tiempo traicioneras y turbulentas aguas del río Grande, acompañadas de remolcadores, canoas y barcazas, en donde se veía como un gran héroe y protagonista de su propia historia.
Ese mismo hombre que daba a conocer sin titubeos sus pensamientos claros y sinceros, él que era visto como un señor correcto y serio en su proceder. Recuerdo de forma entrañable que era el pilar principal de sus hermanos, cuñados y sobrinos, en esa familia nadie daba un paso sin el buen consejo y la aprobación de él; situación que lo hacía denotar como un verdadero súper héroe.
Ese mismo hombre que nos dio a conocer en sus días aquellos inicios llenos de esfuerzo y sacrificio en la creación y construcción de su proyecto para proteger y velar con esmero el cuidado de su familia. A pesar de la inmensa amistad y cariño que nos profesábamos, también teníamos diferencias y disgustos, sobre todo por aquellas inclinaciones que nos hacían separar como el fútbol o las contiendas políticas de la época.
Aún hoy recuerdo verlo con angustia con esa actitud y posición en un rincón de la casa como cualquier ser pidiendo ayuda celestial o invocando al Todopoderoso, cada vez que caía un aguacero de esos que suelen ser temerosos acompañados de rayos y estruendosas centellas. ¿Cómo no recordarte en estos días con ese espíritu navideño y la alegría que reflejaba en su rostro?, rostro aquel trajinado por los años, que veía y vivía cada diciembre como el mes ideal, como aquel infante que espera la llegada del Niño Dios con su mejor regalo.
Dicen que de los padres heredamos algún rasgo o parecido físico, yo no sólo, me quedé con esto de él, sino, que también copié muchos de sus gestos y acciones y a veces inconscientemente realizando cualquier labor cotidiana en mi Ilusión me detengo y me miro; es entonces, en donde expreso: »¡Aquí está Cristóbal!.. ¡Aquí está mi papá!»
Wao que lindo felicitaciones 💯
Así era Cristóbal, un hombre correcto, honesto, amigable y un buen padre que amaba a sus hijos y nietos y a pesar de de las circunstancias adversas siempre tenía una expresión de alegría en su rostro. Siempre lo recuerdo con el mismo sentimiento de afecto y cariño que le tenía.
Muy conmovedor relato donde se nota la gran admiración de un hijo agradecido por todas las vivencias y el buen ejemplo de su papá, expresado de manera sencilla de forma que el lector se transporta en el tiempo compartiendo esos mismos momentos. Me gustó mucho el relato, Ricardo. Gracias.
Excelente escrito .
Aún recuerdo su olor a manteca untada en el pelo Lazio de mi abuelo..
Tal cual caminaba por horas con sus zapatos lustrados digno de un caminante de barrio ..
Era y será un buen tipo mi abuelo